29 ene 2011

¿Puedes ver la luz?

La seda se mezcla con tu piel, misma que recorro con besos mientras me ahogo en tu cuerpo. Solos sostenidos por una cama que es indiferente a estos intentos de amantes.

El universo de la cama es poco, he invadimos el cuarto entero. Un cuarto que al igual que tú me es ajeno, pero que en estos momentos es confortablemente de mi propiedad.
Te detienes y tomas una botella de la mesa, vulgarmente comienzas a embriagarte frente a mí. Me acerco y beso tu cuello con la última pasión que hay en mi pecho: Me llamas “tu hombre”


¿Hombre? –no soy un hombre, soy un cobarde y tal vez tú pensarías l mismo, tal vez no, por lo pronto no diluyas la palabra con tu frivolidad barata.


Mientras atascas tu nariz de mierda, mi mierda barata, la misma que se compró con la indemnización de mi retiro y que ahora circula por las venas de mi cuerpo, aprovecho para darle un bocado a ese pastel de cumpleaños. ¡Feliz cumpleaños a mí! ¡Felices 50 años! Se feliz solo en esta habitación. Como en la infancia, tomo un poco de helado d vainilla, favorito de mi madre, lo mezclo con el de fresa, favorito de mi padre, y al final lo baño con chocolate, mi favorito. Si, como en los viejos tiempos


-¿Sabías que todo eso es malo para la salud? Me dices mientras recorres tu mano lascivamente por mi barriga.

-También tu amor. Respondo y te beso. En un tonto intento de parecer misterioso. Claro que lo sé, y muy bien. Desde pequeño losé, lo supe a los 19 cuando mi padre murió de diabetes y lo volví a saber hace un mes cuando un amable hombre de blanco trastorno mi presente revelando algo ya conocido con su falsa compasión y sonrisa. Tal falsas como lo que mis oídos escuchan mientras te hago el amor. Que expresión tan más degradada y fingida. Esto no es amor, esto es lo más bajo y primario que existe en el ser humano. Esto es mejor y lo sabes, se nota en tu sonrisa, esa pequeña sonrisa que cuenta porque estás aquí.



Con la misma confianza con la que subiste a mi carro al inicio de la noche abandonas el cuarto. A tiempo para el final, el gran final que resume esta noche donde decidiste darme compañía, ser mi Virgilio sin siquiera saberlo.


Mis ultima palabras se secan con el frio de mi pecho, mi brazo izquierdo ya no responde, trato de llegar a la cama pero caigo al suelo en el intento ¡Que importa donde caiga! Lo único que importa es que conserve esta sonrisa en la eternidad.